En la carta Misericordiae vultus, con lo que el Papa Francisco convocó el jubileo de la misericordia, el Papa subraya que la vida de la iglesia esta cimentada en la misericordia. No se trata de una afirmación retórica, sino de una afirmación profundamente teológica y eclesiológicamente programática. La misericordia no puede limitarse a actividades y acciones individuales, mucho menos a prácticas ascéticas personales, ni tampoco puede reducirse a un sentimiento. La misericordia estructura la vida entera de la Iglesia, no meramente de la disciplina o del creyente. La misericordia es la forma de la dimensión pública, visible, histórica y estructural de la comunidad de los creyentes, incluso su vida sacramental. En este sentido, la praxis pastoral no intenta resolver todos los problemas, sino apoyar y alertar a todo el pueblo de Dios.
