A pesar de los esfuerzos estatales, sociales la escuela ha venido perdiendo su protagonismo en la formación de seres humanos capaces de vivir una existencia coherente con sus sueños, deseos, necesidades y realidades. Los estudiantes viven en la escuela más o menos dos terceras partes de sus vidas. A pesar de ello, al graduarse salen sin un conocimiento básico de sus mismos, con dificultades para establecer relaciones con los otros, el contexto y el mundo. En otras palabras, la escuela tiene problemas para desarrollar en los estudiantes capacidades y valores como la autonomía, la autenticidad, el respeto y el reconocimiento de los otros y, en general, el conocimiento de sí mismo.