La finalidad de la educación es fomentar el bienestar emocional y social del alumnado. Entonces, ¿por qué solo medimos a través de una herramienta atemporal como es el examen sus destrezas, conocimientos y habilidades? ¿Dónde quedan las emociones, esenciales para el aprendizaje? ¿Y las competencias? El autor del artículo considera que la clave del cambio educativo está en la indagación de la propia práctica de cada docente para poder dar respuesta a las necesidades de todos los niños, niñas y jóvenes.