Vivir unos al ritmo de la naturaleza, en contacto con una realidad distinta, ayuda a los niños y niñas a abrir sus sentidos, a estar presentes y a potenciar su autonomía, su autoconocimiento y su creatividad. Estas experiencias vitales fortalecen el pensamiento ecológico y conectan a los más pequeños con el medioambiente, algo que les permite conocer de cerca su funcionamiento y aprender a respetar su equilibrio.