El autor apunta en este artículo los consensos interesados en presentar el TDAH como trastorno neurobiológico de origen genético, así como la inutilidad de la investigación neurobiológica y genética en la práctica clínica. Sin dejar de reconocerlo, afirma que el problema al que se refiere la etiqueta TDAH se puede entender y ayudar sin patologizarlo.