Una etnografía realizada en un municipio de la frontera sur de México nos ha permitido explorar las formas en
que los dispositivos médicos, en sus dimensiones prácticas y epistémicas, operan sobre los cuerpos y los flujos de los
migrantes que transitan por esa zona. Estos dispositivos colaboran en la constitución de lo que denominamos una
biopolítica del abandono, en la que fungen como vigilantes de una frontera social y sanitaria que intenta separar a
los migrantes de la población local y controlar los peligros que traerían.