Tomó el último sorbo de whisky del bar. Una brisa fuerte lo detuvo por un momento. Se abrocho la chaqueta de jean, metió las manos en los bolsillos y avanzó por las calles desiertas. Quería volver a casa, pero temía que Amalia le estrellara la puerta en las narices. Parado frente a una vidrieria contemplo un traje azul celeste. Pensó que vendría bien aparecerse con un detalle. Sin embargo, desistío. Reinicio la marcha y al llegar a la esquina una hembra lo abordó, Larry Lapinski miró sus grandes tetas,las botas de cuero ceñidas hasta la mitad de sus muslos, el culo que su mujer nunca tendría y se tentó. La mujer hizo un giro de caderas provocador, se laminó los labios y luego deslizó su dedo índice hacia el nacimiento de sus seños. Larry dudó entre volver a casa y quedarse. Un segundo después la tomó entre sus brazos y hurgó bajo su falda. Fue, entonces, cuando su mano derecha temblo.