Las normas cohesionan, hacen posible la convivencia y son el origen de nuestra libertad, aunque pueda no parecerlo. Podemos respetarlas, resignarnos o transgredirlas: de hecho, la desobediencia responsable es necesaria, pues es el mejor antídoto para la sumisión. En este marco, el autor propone una autoridad fundamentada en cuatro elementos: ideas claras, exigencia, cesión de la autonomía y grandes dosis de confianza.