La caída del gobernante nicaragüense José Santos Zelaya, en 1909, puso fin a un liderazgo que pretendió impulsar la unidad centroamericana y la ampliación de las relaciones externas. En este contexto, Estados Unidos utilizó a Nicaragua para cerrar la posibilidad de construir otra vía interoceánica fuera de su control; para ello usó los mecanismos previamente impuestos en Cuba y Panamá. Así, la inestabilidad política y el apoyo abierto de los líderes conservadores nicaragüenses permitieron la firma del Tratado Bryan-Chamorro, que violentó la soberanía de los Estados centroamericanos y el marco jurídico internacional establecido.